quarta-feira, 25 de abril de 2018

Mayúscula (trad. Felipe Cammaert)


Yo cuando niña era miedosa, palabras que sólo pueden ser verdad; es una cuestión matemática. Cuando yo era vieja, mi abuela todavía era una niña. Esto, porque cuanto más viejos somos, más jóvenes son los demás; es otra cuestión de aquellas. Cuando mi abuela era pequeña, yo llegaba del colegio y ella me tapaba los pies fríos con la bata de mi abuelo, que era aún más pequeño que ella. Y, todo esto, lo hacía distraídamente; el amor venía sin esfuerzo. La piel de sus manos me tocaba el pelo de una forma leve e intensa, como quien anda por la calle sin destino, observando únicamente

me gustas despacio

o como quien pasea un perro sin que sea para hacer pipí. Todas las palabras son verdaderas, incluso las que parecen decir otras cosas. Cuando yo era pequeña, las aceras del colegio me daban miedo. Porque yo iba andando distraídamente y con intención, mirando todo menos las palabras que querían que yo profiriera enseguida

hoy fui al mercado y vimos rayas. Las rayas son animales

y a mí qué me importaba saber que las rayas tenían el cuerpo achatado dorsiventralmente y que las hendiduras branquiales estuvieran bajo la cabeza.

Tal vez haya sido aquí que yo haya comenzado a tener miedo, cuando ella era pequeña y yo vieja, como consecuencia de aquellas matemáticas. Comencé a guardar todas las palabras en los cajones y los armarios; era seguro que iría a usarlas más tarde, teniendo en cuenta que la vida es cíclica y que, a fin de cuentas, no es que cambiemos tanto, una coma por aquí o un punto por allá. Cuando yo era pequeña, prácticamente no usaba comas o puntos como, de hecho, casi todos los niños

hoy fui al mercado y fuimos en la camioneta y a mí me dan ganas de vomitar en la camioneta y había una vez una raya que decidió ensayar a vivir en la ciudad en vez de vivir en el mar y tal vez con esfuerzos / distraídamente ella logre sobrevivir fuera del agua y yo adentro porque sin comas y llenando el pecho de aire puede ser que alcance para atravesar la piscina de un lado a otro,

¿Viste la raya?

así de sopetón. ¿Cuál raya? yo todavía estoy en la piscina, es más fácil poner puntos en un medio acuoso, las palabras demoran más tiempo en llegar. Sin embargo, mi abuela era muy pragmática, que no la juzgue mal quien nunca la conoció, y no sería justo describirla de esa forma. Digamos que era una abuela poco poética, no había duda de ello cuando la oía preparar el almuerzo o extender la ropa o llorar o taparme

vas a calentarte

y yo me demoraba en aterrizar porque tenía afán de atravesar la piscina pero creía en sus palabras sin respirar o sin dudas a pesar de mis pies aún congelados por el agua. Por su amor podía poner mi firma sin mirar

vas a calentarte y punto final, Inês.

cuando me daba así mi nombre, confirmándome, aparentemente sin querer, nuestra existencia. Cuando yo era niña era miedosa, y mi abuela ya era vieja. Esto, porque cuanto más jóvenes somos, más viejos son los demás; es una cuestión de aquellas, matemática. Cuando tú eras pequeño, yo llegaba del colegio y ella ya me tapaba los pies fríos con la bata de mi abuelo, que era aún más viejo que ella. Y hacía todo esto distraídamente, pero ya con comas y puntos,

Me gustas con lentitud.

y por eso mi nombre venía así, sin esfuerzo y con mayúscula. Sus palabras me tocaban el pelo de una forma leve e intensa, como quien anda por la calle sin destino, sólo respirando, o como quien pasea un perro sin que sea para hacer pipí, esta vez sin miedo tachado. Todas las palabras son verdaderas, incluso las que parecen decir lo que es. Y tal vez haya sido aquí que yo haya comenzado a no tener miedo de respirar/existir fuera del agua, una coma por aquí, un punto por allá. Y tampoco de poner mi firma y con mayúsculas por su amor, cuando era pequeña, y por el mío, cuando era vieja.